Alicia Banderas

Psicóloga clínica y educativa 

"La mejor extraescolar para los niños es el juego libre".

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Los padres quieren que sus hijos sean más brillantes, adquieran mayores habilidades, mayores capacidades, casi como esos superniños.

Los niños lo que más necesitan ese primer año es el desarrollo de sus sentidos. De hecho, es la parte principal de su desarrollo. Empiezan por experimentar las sensaciones. Empiezan el descubrimiento de todos los sentidos. Primero van las sensaciones, luego va la percepción, y luego va la cognición. Es decir, el pensamiento, la interpretación de todo lo que pasa. Y solo es a través de los sentidos cuando el niño puede organizar sus experiencias vitales. ¿Para qué introducir más elementos si los niños lo que necesitan es ese contacto para poder aprender? Los niños siempre prefieren una figura humana.

El cerebro de los niños no es ninguna esponja. De hecho, hasta la esponja no puede absorber más líquido que el que su propia capacidad le permita. Incluso con el excesivo uso se desbordan y se degradan. Y eso es lo que puede pasar en el cerebro de los niños. ¿Qué son a qué llamo “niños sobreestimulados”? Son aquellos niños a los que sometemos a una excesiva estimulación incluso antes de que su cerebro esté preparado, de forma precoz y temprana Y, al final, lo que generamos en ellos es un bloqueo y un estrés en su aprendizaje Y también, a veces, les apuntamos a excesivas clases extraescolares que ni siquiera han elegido o desean. Eso también crea una desmotivación. Es muy importante el hecho de sentir que algo te gusta, se te da bien, para luego sentir esa autorrealización.

Hay que respetar el ritmo de aprendizaje de los niños. ¿Para qué tenemos a niños de dos años en clase de chino, de inglés, de natación, de estimulación musical…? Al final, ya no son ellos estresados, son familias estresadas. ¿Qué necesita el niño? Juego libre. Sabemos que el conocimiento se genera desde dentro hacia afuera. El niño tiene que ser el protagonista de sus propias creaciones. A partir de los tres años, tiene que jugar al juego simbólico, que es hacer como si soy médica, como si soy abogada, tendero…

"El cerebro de los niños no es una esponja. En ocasiones, están sometidos a una estimulación antes de que su cerebro esté preparado".

Sería muy importante que pudiéramos convivir los dispositivos electrónicos, que ahora se han convertido en ese juego principal de los niños, con juegos más tradicionales y juegos al aire libre. Es importante recuperar esos juegos de mesa: el parchís… Es importante salir con el monopatín, con los patines, con la bici. Salir al campo. Para poder equilibrar. Y luego, a lo mejor, podríamos tener un ratito de pantallas. Si tú te acostumbras a saciar el placer a través de una pantalla, cada vez vas a necesitar mayor número de estímulos que a veces pueden ser nocivos. Y van a estar expuestos a estímulos de manera muy prolongada y entonces van a perder el interés por aquellas actividades de la naturaleza, que van a un ritmo mucho más lento.

Es muy importante que los padres pasen tiempo jugando con los hijos. Sabemos el beneficio que tiene el juego: el desarrollo de la creatividad, el desarrollo del aparato psicomotor. Pero para los padres hay tres cuestiones fundamentales en las que sería maravilloso para la interacción de padres e hijos. Uno, porque cuando tú juegas con tus hijos posiblemente eres la mejor versión de ti mismo. Eres tu yo más amable. Te ven en un momento relajado, en un momento de ocio. A veces nos pasamos la vida aleccionando a nuestros hijos para educar en valores. La empatía, el bien y el mal, la paciencia, saber perder… Pues el juego es una maravillosa manera de compartir sin obligar, sin aleccionar, y que ellos puedan interiorizar esos valores.

El uso abusivo de las pantallas, lógicamente, es perjudicial. Porque a veces no se vive una vida equilibrada entre lo online y lo offline. Hacer un uso adecuado de las tecnologías puede ser muy enriquecedor. La cuestión es cuando ya para ti es un refugio. Entonces, ¿qué estamos viendo en ese sentido? Los niños están construyendo como una identidad un poco fragmentada. ¿Por qué? Porque tú te expones al mundo, parece un baile de máscaras. Tú a través de la Red puedes ser quien quieras ser. Entonces, el autoengaño está a flor de piel. Es decir, yo puedo exacerbar mis rasgos más positivos, puedo mostrarme ante este grupo de una determinada manera… Como a merced de los demás. Entonces, al final, tu autoestima no está construida en una base sólida, sino que es: “A ver cómo me adapto. Y también dependo de mis publicaciones, de los likes, los “me gusta”, que los demás me otorguen para yo sentirme bien. Entonces, al final, están pendientes continuamente de ese feedback, de ser aprobados y aceptados, que es lo que más quieres en la preadolescencia y la adolescencia. Ese es el peligro, a veces, no saber quién es uno y formar una identidad más unificada. Cuando te relacionas a través de la Red y no quieres a alguien, tú le desconectas en un pispás. Puedes decir: “Este no es mi amigo y fuera”. En la convivencia, en tu clase, en el recreo, no puedes apagar a esa persona, tienes que convivir con ella. Estamos viendo un repunte de una baja tolerancia a la frustración, de determinados conflictos, de agresividad, porque claro, no saben manejar la presencia del otro, que tiene que estar y tienes que convivir.

¿Cómo podemos controlar la ira de nuestros hijos? Pues, principalmente, los niños tienen que saber lo que sienten. Y a veces nosotros no lo permitimos. No permitimos ni siquiera, a veces, el enfado, lo reprimimos. O los momentos de ira. Y a veces la ira es una emoción universal. Lo mismo que la tristeza, lo mismo que la alegría. Parece también que nuestra sociedad te hace sentirte mejor si sacas la ira en vez de sacar la tristeza. Porque con la ira tú te reafirmas y de repente te encuentras poderoso, te empoderas. Sin embargo, la tristeza genera abatimiento.

Biografía

Esta psicóloga clínica ha ganado premios como el de periodismo de televisión. Es autora de los libros “Hijos felices”, “Pequeños tiranos” y “Niños sobreestimulados”. Lleva más de dos décadas trabajando junto a niños y adolescentes en proyectos educativos. Uno de sus principales caballos de batalla es la batalla ante el exceso de actividades extraescolares, defendiendo el valor del tiempo en familia y del juego.