Buen tono para despedir el año
Buen tono para despedir el año
22/12/2025
El cierre de 2025 deja una fotografía macroeconómica y de mercados razonablemente constructiva, aunque no exenta de matices relevantes que conviene subrayar. Tras un año volátil, los activos de riesgo afrontan el cambio de ejercicio en un tono claramente más optimista: las bolsas estadounidenses se sitúan cerca de máximos históricos, la volatilidad permanece contenida, los diferenciales de crédito siguen estrechos y el mercado descuenta nuevas bajadas de tipos en los próximos meses. Este clima favorable surge de una combinación de crecimiento más sólido de lo esperado, inflación moderándose de forma gradual y bancos centrales que, por ahora, han optado por no alterar el equilibrio alcanzado.
En el ámbito de la política monetaria, el mensaje dominante es de continuidad y cautela. En la zona euro, el Banco Central Europeo ha mantenido los tipos en niveles que considera próximos a la neutralidad, reforzando la idea de que la política monetaria ya no es claramente restrictiva, pero tampoco ha entrado en una fase de relajación automática. Las últimas proyecciones apuntan a un crecimiento algo más sólido y a una inflación que converge lentamente hacia el objetivo, aunque con el componente subyacente todavía ligeramente por encima del 2% en el horizonte de 2026. La institución insiste en preservar su opcionalidad y en decidir reunión a reunión, lo que, en la práctica, eleva el listón para cualquier movimiento a corto plazo. El riesgo de error sigue existiendo, pero hoy se inclina más hacia una eventual relajación adicional que hacia un endurecimiento inesperado.
El Reino Unido ofrece una narrativa similar, aunque con más tensiones internas. El último recorte de tipos se produjo con una votación muy dividida, reflejo de un comité que empieza a percibir que se acerca al tipo neutral. La inflación ha sorprendido a la baja, especialmente en los componentes más sensibles para las expectativas, como los alimentos, y el mercado laboral muestra señales claras de enfriamiento, con aumento del desempleo y desaceleración salarial. Todo ello sugiere que el proceso de normalización continuará, pero de forma gradual y condicionada a los datos, evitando transmitir una falsa sensación de victoria prematura sobre la inflación.
Japón sigue siendo la excepción estructural. El Banco de Japón ha elevado tipos hasta niveles no vistos en décadas, pero insiste en que las condiciones financieras siguen siendo acomodaticias en términos reales. El foco está ahora en los salarios y en su capacidad para consolidar un ciclo inflacionista más estable. La autoridad monetaria parece dispuesta a seguir avanzando, aunque a un ritmo prudente.
En Estados Unidos, algunos datos recientes han sido recibidos como un regalo para los mercados: inflación claramente por debajo de lo esperado, consumo resistente y un mercado laboral que, pese a mostrar fisuras, sigue generando renta agregada suficiente para sostener la demanda. Sin embargo, la calidad de parte de esa información es cuestionable. Distorsiones estadísticas asociadas al cierre administrativo y a factores estacionales hacen que la señal sea ruidosa. Corregidas esas anomalías, la inflación subyacente sigue desacelerándose, pero no al ritmo que reflejan los últimos registros. El mensaje de fondo es que la Reserva Federal dispone de margen para seguir recortando tipos, pero deberá hacerlo con prudencia, evitando sobrerreaccionar a datos puntuales.
El contexto geopolítico añade un elemento adicional de apoyo, aunque todavía frágil. En Europa se han dado pasos relevantes para garantizar la financiación de Ucrania en los próximos años, y se vislumbran, por primera vez en mucho tiempo, marcos de negociación más definidos sobre el conflicto. Un eventual alto el fuego o acuerdo parcial tendría implicaciones económicas significativas, especialmente a través del canal energético. Los precios reales del petróleo se sitúan en niveles históricamente bajos, reflejo de una oferta abundante y de una demanda que no termina de despegar. Para economías importadoras como la europea, este entorno actúa como un estímulo adicional, favoreciendo el crecimiento y reforzando el proceso desinflacionista.
China continúa siendo, sin embargo, el principal foco de desequilibrio global. Su papel como gran potencia manufacturera se consolida, ganando cuota exportadora incluso en un entorno de mayores barreras comerciales. Al mismo tiempo, la demanda interna sigue claramente debilitada. Las ventas minoristas, la inversión y, en particular, el sector inmobiliario, muestran una contracción profunda, que no está siendo compensada por estímulos fiscales suficientes. Esta divergencia entre un sector externo dinámico y una economía doméstica deprimida intensifica las tensiones comerciales con el resto del mundo y plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del modelo de crecimiento chino en el medio plazo.
Con todo, el balance agregado es razonablemente positivo. El crecimiento global se mantiene en torno al 3%, con economías desarrolladas avanzando a ritmos más modestos pero estables, y emergentes aportando la mayor parte de la expansión. La inflación, aunque no volverá a los mínimos de la década pasada, ha dejado atrás los escenarios más adversos. Para los mercados, este entorno sigue siendo compatible con una visión constructiva, siempre que se asuma que los riesgos no han desaparecido, sino que se han transformado. La complacencia sería un error. La clave para 2026 será discernir cuánto de la mejora reciente es estructural y cuánto responde a factores transitorios que podrían revertirse con rapidez.
Por último, queremos aprovechar estas líneas para desear a nuestros oyentes unas felices fiestas. Confiamos en que la Navidad sea un tiempo de descanso y reflexión, y que 2026 llegue acompañado de salud, estabilidad y prosperidad