
Se complica el panorama arancelario
14/07/2025
La política comercial estadounidense ha entrado en una fase de aguda incertidumbre. A medida que se extiende el plazo para aplicar nuevas tarifas recíprocas, los mensajes desde Washington se vuelven cada vez más agresivos. Aunque solo se han alcanzado acuerdos con Reino Unido y Vietnam, se han enviado cartas a otros países con los aranceles que entrarían en vigor el 1 de agosto, manteniendo en esencia las tasas anunciadas durante el llamado “Día de la Liberación”.
En paralelo, se intensifican los casos excepcionales. A Brasil se le ha amenazado con un arancel del 50%, justificado no por razones comerciales, sino por cuestiones políticas internas, como el juicio al expresidente Bolsonaro y la supuesta censura de redes sociales estadounidenses. Del mismo modo, se ha planteado imponer un arancel del 10% a los BRICS por su presunto intento de socavar el papel del dólar como moneda de reserva. Este giro hacia el uso de tarifas con fines políticos marca un punto de inflexión en la política comercial, ampliando la incertidumbre sobre qué países podrían ser sancionados y con qué intensidad.
Los aranceles sectoriales también se han expandido. El cobre ha sido el primero en verse afectado, con una tasa del 50%, argumentando motivos de seguridad nacional y el deseo de promover la producción doméstica. Aunque su impacto directo es limitado por su escasa participación en las importaciones totales, sienta un precedente que podría extenderse a sectores estratégicos como los semiconductores y la industria farmacéutica. En este último caso, el propio Trump ha insinuado tarifas de hasta el 200%, lo que tendría consecuencias significativas para los precios y las cadenas de suministro.
Para terminar de complicar el panorama, durante el fin de semana, el republicano anunció nuevos aranceles del 30% para las importaciones procedentes de México y la Unión Europea, a partir del 1 de agosto, lo que supone una escalada directa en la estrategia comercial de la Casa Blanca. Aunque Trump ha dejado abierta la puerta a ajustes si se logran acuerdos antes de esa fecha, el tono de las cartas dirigidas a los gobiernos de ambas regiones refleja una voluntad de imponer condiciones más que de buscar compromisos recíprocos.
Sin embargo, en este contexto de tensiones y amenazas, los mercados financieros parecen sorprendentemente indiferentes. A pesar del notable incremento en el riesgo de que las tarifas vuelvan a los niveles máximos anunciados el 2 de abril, los principales índices bursátiles siguen en máximos históricos. El buque insignia de la inteligencia artificial, la empresa Nvidia, ha alcanzado una valoración de 4 billones de dólares, empujando al S&P 500 a cotas que representan ya casi la mitad del PIB mundial. Solo activos directamente afectados por las últimas noticias, como el cobre o el real brasileño, han reaccionado con fuerza.
Este optimismo bursátil parece apoyarse en dos pilares. Primero, los datos económicos siguen mostrando resiliencia: ni la inflación ni el empleo han reflejado aún efectos negativos atribuibles a los aranceles. Segundo, existe la percepción de que, al ser decisiones unilaterales de la presidencia, las tarifas pueden ser revertidas fácilmente si sus consecuencias resultan dañinas. Esta idea actúa como una especie de red de seguridad para los inversores.
No obstante, este fenómeno podría generar un bucle de validación mutua: si los mercados interpretan las tarifas como inofensivas y reaccionan positivamente, esto podría alentar al presidente norteamericano a seguir endureciendo su postura. En efecto, Trump ha declarado recientemente que el mercado está respondiendo bien a su política, lo cual podría reforzar su convicción de aplicar nuevas medidas disruptivas.
Durante los próximos días, sin embargo, no se espera que los datos interrumpan el actual entorno favorable para las bolsas mundiales. La inflación de junio en Estados Unidos debería mantenerse contenida, mientras que el estímulo fiscal derivado del proyecto presupuestario de Trump podría dar cierto apoyo al crecimiento. Del mismo modo, arranca una nueva temporada de presentación de resultados empresariales y el consenso apunta a un crecimiento interanual modesto de los beneficios por acción del S&P 500, con lo que muchos analistas consideran que las estimaciones conservadoras actuales dejan margen para sorpresas positivas. De cumplirse esta expectativa, los resultados podrían actuar como catalizador de corto plazo para los mercados.
En definitiva, somos conscientes de que la inercia del mercado es poderosa y que podría seguir impulsando al alza a los principales índices bursátiles, incluso en ausencia de factores fundamentales que lo justifiquen. Sin embargo, observamos con preocupación la actual complacencia del mercado, habida cuenta de la creciente fragilidad que subyace bajo este aparente equilibrio. El mercado sigue aferrado a la idea de que Trump reculará antes de infligir daño real a la economía, pero el riesgo de accidente aumenta a medida que lo hace la retórica del republicano.