18/08/2023
Durante las últimas semanas, los mercados financieros mundiales se han visto golpeados por una tormenta de verano. Existen dos factores fundamentales que explican la debilidad en los activos de renta fija y renta variable en el mes de agosto: de una parte, los datos macroeconómicos publicados en Estados Unidos (ventas minoristas, empleo, producción industrial y mercado inmobiliario), han llevado a los inversores al convencimiento de que las subidas de tipos acumuladas por parte de la Fed han hecho poco, de momento, para frenar la actividad económica americana, por lo que podría ser necesario un mayor ajuste monetario para llevar la inflación hacia sus objetivos de largo plazo.
Esto se ha traducido en un movimiento alcista global en las rentabilidades de la deuda pública, que han conseguido incluso superar los anteriores máximos y se sitúan ahora en los niveles más altos de los últimos 15 años. A este fenómeno han contribuido también la amenaza de la agencia de calificación Fitch de rebajar la calidad crediticia de la deuda estadounidense, una sorpresa positiva en la inflación de Reino Unido y la decepcionante demanda en una subasta de bonos del Tesoro japonés. Obviamente, la subida de tipos de interés ha penalizado directamente a los mercados de bonos, pero también ha tenido un efecto adverso sobre las bolsas mundiales, en especial sobre algunos sectores muy sensibles a los tipos de interés, como el tecnológico.
Por otra parte, el empeoramiento de los datos económicos en China y el resurgimiento de las incertidumbres relacionadas con el mercado inmobiliario del gigante asiático, también han añadido presión sobre unos inversores que venían de disfrutar de dos meses consecutivos de fuertes alzas bursátiles. Irónicamente, los débiles datos macroeconómicos en China se consideran malas noticias que impactan principalmente sobre los mercados bursátiles europeos y, por el contrario, los buenos datos económicos en Estados Unidos también se interpretan negativamente, porque aumentan la probabilidad de que la Reserva Federal tenga que subir sus tipos de interés de forma adicional.
A estos dos factores de carácter fundamental, se unen algunos otros elementos técnicos, como la escasa liquidez característica del mes de agosto, de la que ya advertíamos en el podcast de hace unas semanas, una estacionalidad que no suele ser propicia para los mercados de renta variable en esta época del año y la elevada sobrecompra técnica acumulada durante los meses de junio y julio. En definitiva, todos estos elementos han contribuido a formar una típica tormenta de verano en los mercados financieros, tan común en los meses de agosto.
Llegados a este punto, se hace necesario analizar los últimos acontecimientos con el fin de dilucidar si estamos ante una nueva oportunidad de compra o, por el contrario, en la antesala de retrocesos más relevantes en los próximos meses. La parte positiva, obviamente, es que la complacencia que detectábamos hace unas semanas ha desaparecido por completo y que los inversores parecen estar descontando con mayor precisión el actual entorno de riesgos.
A la espera de la crucial reunión anual de banqueros centrales en la localidad de Jackson Hole, donde podremos analizar en profundidad el mensaje de las autoridades monetarias mundiales, es evidente que el proceso de desinflación (aunque lento, irregular y desigual), sigue su curso en los países desarrollados. Los bancos centrales son muy conscientes de que la política monetaria opera con un retraso considerable y puede tardar mucho tiempo en reflejarse por completo en la actividad económica real. Además, la Reserva Federal, que es sin duda el referente fundamental, mantiene un mandato dual y debe garantizar también el mantenimiento de la actividad económica y el empleo.
Por ello, no creemos que cambie en lo sustancial la orientación de la Fed respecto a su política monetaria, a pesar de la fortaleza de los datos económicos recientes. Creemos probable, por tanto, que el mensaje de Powell siga siendo de firmeza en la lucha contra la inflación, pero que al mismo tiempo avale los progresos que se han conseguido hasta la fecha para llevar los precios hacia sus objetivos de largo plazo.
Por otra parte, la incertidumbre sobre la actividad económica en China puede estar tocando máximos, dada la falta de una acción política decisiva desde la reunión del Politburó. En estos momentos, el pesimismo parece extremo, aunque sin un catalizador claro (como un estímulo fiscal a gran escala), es poco probable que el sentimiento sobre China se revierta de manera sostenible por sí mismo. No obstante, las autoridades económicas sí parecen cada vez más preocupadas, como reflejan los esfuerzos por mantener soportada la cotización del yuan, lo que abre la puerta a que se anuncien medidas más ambiciosas en las próximas semanas.
En definitiva, la dirección del mercado a corto plazo sigue siendo incierta, pero no cambian en lo sustancial nuestras expectativas para el conjunto del año. No debemos olvidar que la resistencia de las economías desarrolladas implica que se retrasa el escenario recesivo que había previsto el consenso del mercado para 2023. En estos momentos, una recesión económica global en la parte final del año parece muy poco probable, lo que debería mantener soportados los precios de las acciones. Así, seguimos confiando en un escenario de aterrizaje económico suave, que mantendría el apetito por los activos de riesgo y favorecería también una progresiva normalización en las rentabilidades de la deuda.